Hipertiroidismo
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10 octubre, 2024La microbiota oral
“Una cucharada de alquitrán, basta para estropear un tonel de rica miel”. Este conocido proverbio ruso nos ayuda a entender lo que puede suceder en cualquier parte de nuestro cuerpo si se descuida la cavidad oral.
La cavidad oral es un gran hábitat donde confluyen diferentes ecosistemas como la saliva, la lengua, los dientes, la mucosa oral, el surco gingival y, a veces, materiales artificiales. En este ambiente es donde se concentran y se asientan miles de especies de microorganismos, que conforman la microbiota oral y que afectan al mantenimiento de dicha cavidad y a la salud en general.
En dicha microbiota oral se relacionan e interaccionan bacterias, arqueas, hongos, virus y protozoos siendo una de las más diversas del cuerpo humano respecto a su composición.
Además, la distribución de esta enorme y diversa cantidad de microorganismos no es siempre igual en los diferentes ecosistemas orales. Algunos microorganismos dependen de las concentraciones de oxígeno, de la temperatura o de la disponibilidad de nutrientres e incluso otros prefieren zonas específicas por la exposición a factores inmunológicos o por las características anatómicas. Un ejemplo de ello puede ser el género Streptococcus que se encuentra mayoritariamente en la lengua, los tejidos blandos o la saliva, o el género Actinomyces que se sitúa en alta proporción en las fisuras de la lengua o en la superficie infragingival y supragingival. Y aunque existe una microbiota común para todos los hábitats orales como Veillonella parvula y Neisseria, por ejemplo, ésta puede ser muy variable entre individuos, incluso variar respecto a las horas del día en una misma persona.
Cuando se rompe el equilibrio del ecosistema oral, se produce una disbiosis. Este hecho produce que las bacterias que originan enfermedad se expresen y causen afecciones que repercuten en la salud general, como la caries, la halitosis, la candidiasis oral o enfermedades periodontales como la gingivitis o la periodontitis,
Estas enfermedades polimicrobianas que son producidas en la mayor parte por un sobrecrecimiento de microorganismos residentes, que se convierten en patobiontes, no se limitan solo a la cavidad oral. La inflamación de los tejidos y la evolución de la enfermedad dental puede facilitar la propagación intravascular de microorganismos y de sus metabolitos por todo el cuerpo humano, afectando de manera sistémica al hospedador. La comunidad científica apunta a diferentes enfermedades cardiovasculares, respiratorias o renales, neurodegenerativas como el Alzhéimer, patologías autoinmunes como la artritis reumatoide, la osteoporosis, la diabetes tipo 2 o incluso el cáncer.
Existen diferentes factores que predisponen al padecimiento de una disbiosis oral. Entre ellos se encuentra la disfunción de las glándulas salivales, la inflamación gingival, la deficiente higiene bucal o estilos de vida poco saludables. Asimismo, estos factores se derivan de otros múltiples.
Un elemento muy importante a tener en cuenta es el biofilm. Se trata de una biopelícula formada por dos o mas microcolonias bacterianas que se hayan embebidas en un glicocálix. Este hábitat facilita a los microorganismos presentes en ellas la comunicación y el intercambio de nutrientes y metabolitos. Asimismo, las ayuda frente a otras especies invasoras y las hace muy superiores en resistencia a antibióticos.
La alimentación y la nutrición son clave en el desarrollo craneofacial, en el estado de la mucosa y de la microbiota oral. Incluso están estrechamente relacionados con la aparición de enfermedades dentales. La nutrición influye decisivamente en el crecimiento, el cuidado y la reparación de los dientes y los tejidos orales. Por otro lado, la alimentación impacta en la integridad del diente y en el hábitat general en la que se asienta la microbiota.
Existen alimentos que predisponen a que se produzca una disbiosis oral. Los microorganismos cariogénicos o productores de placa dental necesitan un sustrato principalmente representado por determinados carbohidratos como la sacarosa. Las bacterias producen unos metabolitos ácidos, capaces de disolver el esmalte y también de generar polisacáridos que son componentes básicos de la placa bacteriana. Además, la consistencia de los alimentos, si son adhesivos o no retentivos, su acidez, el momento en el que se ingieren o su frecuencia afectan en determinadas ocasiones más que dichos sustratos. Cuando se ingieren alimentos dulces se produce una bajada del ph y conlleva un tiempo en volver a equilibrarse. En este momento se produce una acidificación del medio que afecta a la mineralización del diente y predispone a un aumento de bacterias patógenas. Asimismo, el consumo de alimentos cariogénicos en momentos en los que los mecanismos de limpieza de la boca están parados como la noche o entre comidas resultan aún más perjudiciales.
También hay alimentos que por sus textura, sabor o consistencia son capaces de estimular la producción de saliva (ciruela umeboshi o mantener el hueso de una aceituna en la boca) o de ejercer una función de arrastres simulando una limpieza. Hay alimentos prebióticos (en su gran mayoría frutas y verduras) que por sus fibras y componentes bioactivos resultan protectores de la salud dental ya que son capaces de mantener un ph adecuado, aportar minerales, vitaminas y antioxidantes y regular el equilibrio de la microbiota.
A veces pasan desapercibidas deficiencias nutricionales de minerales como el hierro, de vitaminas del grupo B o vitaminas liposolubles (vitamina A, D, K y E). Y esto tiene una relación directa con alteraciones de la mucosa bucal y afectación gingival, con la susceptibilidad a las infecciones o con la estabilidad dentaria.
Desde la medicina y la nutrición integrativa entendemos que la salud bucal no es solo lo que podemos observar a simple vista. Una sonrisa bonita no siempre está asociada a una boca sana y a un equilibrio sistémico. Existen múltiples componentes a tener en cuenta que acompañen a la imprescindible higiene diaria y a la visita regular del odontólogo con visión integrativa.
Evitar factores que predisponen a una cavidad oral disbiótica como fumar o beber alcohol, utilizar productos cosméticos que actúen como disruptores endocrinos o la administración indiscriminada e injustificada de fármacos y antibióticos también se deben tener en consideración.
La alimentación y la nutrición óptima, la administración de probióticos en momentos determinados o abordajes terapeúticos que respeten y consideren el microbioma constituyen, asimismo, elementos clave para una salud bucal y sistémica asegurada.
Lo que no se ve no significa que no exista, recordemos aquello que nos compartió el filósofo y científico francés Gastón Bachelard:
“El ser humano es una colmena de seres”.
Sara Rivero Gil
NºCol: MAD00752