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Una composición alterada en el número u origen de microorganismos que habitan el cuerpo humano se conoce como disbiosis. Padecer una disbiosis se asocia con facilidad a cuestiones intestinales, no obstante, cualquier desequilibrio en la microbiota rompe la homeostasis del organismo y contempla la posibilidad de sufrir una alteración en cualquiera de los diferentes sistemas del cuerpo (nervioso, endocrino, locomotor, digestivo, excretor, respiratorio, circulatorio y reproductor).
La microbiota intestinal es el conjunto de todos los microorganismos que conforman el aparato digestivo. Dichos microorganismos entre los que se encuentran virus, hongos, bacterias, arqueas y protozoos colaboran en múltiples funciones fisiológicas como en la digestión de nutrientes, la absorción de grasas, la producción de vitaminas o en la defensa de patógenos oportunistas y tóxicos.
Este conglomerado de organismos se relaciona con el resto del cuerpo por diferentes ejes que comunican el intestino con el resto de órganos. Una microbiota comensal sana influirá directamente en la conservación de la integridad del intestino, aportará sustancias propias contra agentes extraños, y apoyará en la estimulación y educación del sistema inmune. Además, no se puede olvidar que cualquier condición en el cuerpo influirá sobre la microbiota, ya que es el medio donde se desenvuelve. Cuando existe una perturbación, hay que estar atentos para evitar caer en el reduccionismo y recordar que el cuerpo humano es un sistema complejo con millones de relaciones inter y extra corporales.
Cuando este desequilibrio se produce en el intestino delgado, los síntomas pueden ser problemas gastrointestinales o extra digestivos, tales como la hinchazón y distensión abdominal; los gases, el dolor o el ruido abdominal, la diarrea, el estreñimiento, la sensación de tristeza o la niebla mental, entre otros muchos.
Hasta el momento se han identificado varios tipos de alteraciones de la microbiota intestinal: SIBO (sobrecrecimiento bacteriano del intestino delgado), SIFO (sobrecrecimiento fúngico del intestino delgado), IMO (sobrecrecimiento metanógeno intestinal) y LIBO (sobrecrecimiento bacteriano del intestino grueso),
Aunque comúnmente a cualquier alteración de la microbiota intestinal se la conoce como SIBO (sobrecrecimiento de bacterias en el intestino delgado), el SIFO y el IMO son conceptos un poco diferentes. El SIBO incluiría el SIFO, el IMO y diferentes tipos de SIBO de bacterias reductoras de hidrógeno o de sulfuro de hidrógeno.
Uno de los problemas comunes de los pacientes con alteración microbiana digestiva es el padecimiento de IMO. Dicho sobrecrecimiento es producido por un exceso de arqueas (del griego las antiguas). Estos microorganismos se caracterizan por adaptarse a ambientes extremos y aunque anteriormente se consideraban otro tipo de bacterias, difieren de estas en su biología y en su bioquímica. Las arqueas intestinales generan metano y aunque no se consideran patógenas, su sobrecrecimiento genera una gran cantidad de dicho gas que ralentiza el tránsito intestinal produciendo estreñimiento. Este estreñimiento genera mayor crecimiento de arqueas y así la rueda se perpetua.
Entre los síntomas típicos del IMO se destaca la ralentización de la musculatura lisa del intestino y como consecuencia la aparición de estreñimiento. Otras manifestaciones pueden ser la aparición de dolor, distensión o laxitud de la zona abdominal y también padecer gases que no suelen ser olorosos pero si ruidosos.
Para el diagnóstico de cualquier tipo de SIBO es primordial la clínica o identificar los síntomas que tenga el paciente. Las pruebas diagnósticas constituyen un apoyo para descartar otras patologías más complejas y para ayudar a afinar el tratamiento terapéutico.
En cualquier SIBO, y en el SIBO por metano específicamente, es primordial la recuperación digestiva llevada a cabo con nutrientes que ayudan a reparar la mucosa y el epitelio intestinal como la glutamina, la melena de león, el butirato o el aloe vera, entre otros. También es muy importante la limpieza y el restablecimiento de la función digestiva en los que terapias como la ozonoterapia o el uso en sinergia de plantas serán fundamentales. El orégano, el eucalipto o el tomillo son excelentes para limpiar, y la alcachofera o el diente de león para ayudar a la función biliar por ejemplo.
Aunque las causas de padecer SIBO por metano pueden ser numerosas como sobrellevar estrés mantenido, el consumo de fármacos o sufrir determinadas patologías, podemos destacar los malos hábitos dietéticos y de higiene de vida. Es principal la forma y las veces en la que se come. Se debe comer relajado, sin prisa y haciendo descansos digestivos entre comidas. Muy importante también es el descanso digestivo nocturno y adecuar nuestras ingestas a las horas de luz. El consumo de alimentos procesados y ultraprocesados propician el desarrollo de trastornos digestivos y de enfermedades metabólicas, además de trastornos nerviosos. Para la microbiota, la buena alimentación se basa en la introducción de alimentos sin procesar o con un mínimo nivel de procesamiento, el consumo adecuado de ácidos grasos esenciales, seguir una alimentación baja en azúcares o consumir una buena variedad de fibra de los alimentos para ser fermentados por la misma microbiota. Asimismo, los micronutrientes son esenciales. Por ejemplo, el consumo de polifenoles que se encuentran en el cacao, el té verde, la cúrcuma, el comino, los frutos rojos o las uvas son degradados por la microbiota para que podamos aprovecharlas de una forma más eficiente. El beneficio es bidireccional tanto para el cuerpo humano como para la microbiota que será alimentada de la forma más óptima.
En la consulta de nutrición integrativa valoramos cada caso particular. En ocasiones, la detección de un determinado tipo de SIBO puede resultar más obvia, en otros casos es más complicado. Cada individuo es único, por lo que también su microbiota y con ello la mejor forma de alimentarse. No existe una dieta perfecta, la alimentación debe entenderse como algo flexible, que pueda modificarse y adaptarse siempre buscando el equilibrio con la forma de vida, el ciclo vital y las características personales.
Sara Rivero Gil
NºCol: MAD00752