Lo primero que hay que reseñar es que en la infancia los trastornos suelen ser menos graves que en el adulto y además, temporales. Generalmente son derivados de situaciones que tienen que ver con el crecimiento, con la aceptación de hacerse mayor y sus consecuencias, con la pérdida de algunos privilegios cuando nace un hermanito. Por eso, ningún trastorno mental infantil es predictor de que ese niño vaya a ser un adulto con problemas mentales.  El problema aparece cuando se psiquiatriza a los niños desde muy pequeños. Se los medica, se los etiqueta y se los pronostica, siempre bastante negativamente. Es decir, ya desde tan pequeños, se cronifica su padecimiento, cuando nada de lo que suceda en la infancia es definitivo, todo se puede transformar.

Todos los niños pasan por un momento de temor a la oscuridad, por ejemplo, son fobias infantiles comunes, a veces se exageran esos miedos comunes y se observan fobias más graves: fobia a determinados animales, fobia a los transportes, etc. Pero insisto, eso no quiere decir que vayan a ser adultos fóbicos. La mayoría de las fobias infantiles, desaparecerán con el crecimiento.  Eso no quiere decir que los niños no deban ser ayudados a atravesar estos miedos de la manera más breve y menos dolorosa posible. El apoyo profesional puede terminar con el sufrimiento.

Los miedos y la angustia son una cosa muy frecuente en la infancia, por la inmadurez, se tienen pocos mecanismos psíquicos para defenderse de todos los cambios constantes a los que están sometidos. La influencia de los padres es manifiesta y muchos de sus síntomas son por identificación con ellos, por ejemplo, los dolores de cabeza en niños con padres migrañosos.  Los trastornos alimentarios no son raros tampoco. La relación que el niño establezca con la comida  desde muy pequeño es crucial para el desarrollo de estos trastornos, la madre no sólo le da el pecho al niño, si no que en el acto de amamantarlo, también le da amor. A veces la madre confunde la alimentación con ese don de amor y lo colma de comida y el niño, para no despreciar ese amor, se lo come todo. Muchas obesidades de la infancia tienen que ver con esta manera errónea de entender la relación amorosa madre-hijo o hija. Los niños muy pequeños se relacionan tan íntimamente y de manera tan próxima con los padres que, para tratar a los pequeños, es necesaria la colaboración de los padres en el tratamiento.

El llamado TDHA o trastorno por déficit de atención es para algunos profesionales un padecimiento sobrediagnosticado. En esta situación, la colaboración de los padres resulta fundamental. A veces son niños en los que los padres descargan sin darse cuenta sus problemáticas, sus temores, ansiedades, problemas de pareja o niños a los que se les estimula demasiado, están sobreexcitados. Mejoran espectacularmente si se les escucha y se tranquiliza a los padres  con alguna conversación. Y lo más importante es que no necesitan fármacos. El juego es para los niños fundamental. También evitar los castigos físicos o las privaciones.

Para terminar, recordar tres cosas:
– Ninguno de los trastornos mentales de la infancia es definitivo.
– Los niños responden espectacularmente a la terapia, hablan con esa libertad infantil de que todo está permitido, sin apenas censura  y reciben lo que se les dice  sin prejuicios, de los que estamos llenos los adultos. La mejoría se nota en periodos muy breves de tiempo.
– Conversar con los padres es fundamental en todo tratamiento de un niño. Son relaciones cruciales para él. Podemos decir que un niño vive en las frases y los actos de los padres, ese es su territorio, por eso es tan importante su colaboración.

En CMI-Clínica Medicina Integrativa  podemos tratar cualquier padecimiento mental infantil, sin fármacos, sin pronósticos nefastos, sin etiquetas para el futuro. Un niño es todo futuro abierto, todo por hacer, todo por construir.

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