El psicoanálisis es un pensamiento, una teoría acerca de los procesos psíquicos, del funcionamiento de nuestro psiquismo, denuestra mente, de él se desprende un método terapéutico muy eficaz. Identificar cómo pensamos, cuáles son los conflictos y los mecanismos por los que enfermamos permite desarrollar un método de curación. Sabemos los actos que realizamos, pero la mayoría de las veces desconocemos sus determinantes inconscientes: ¿por qué hemos hecho eso? ¿Por qué esa reacción nuestra que a nosotros mismos nos sorprende? ¿por qué siempre encontramos una pareja que nos maltrata, o un amigo que nos traiciona o nos duele el estómago cada vez que nos enfrentamos a algo desconocido? Si algo se repite incesantemente en nuestra vida ¿tendremos algo que ver con eso que se repite? Quizás lo que se repite es nuestra actitud, nuestra manera de pensar la vida y de tratar a los que nos rodean. Y ¿cómo podemos escapar a esa repetición?

El psicoanálisis puede darnos respuestas y ayudarnos a transformar nuestra manera de relacionarnos con el mundo, con los otros y con nosotros mismos ya que, a veces, nosotros mismos somos nuestro peor enemigo.

  • ¿Cómo es una sesión de psicoanálisis?  Hay dos trabajos que se desarrollan en un tratamiento psicoanalítico: el trabajo del paciente y el trabajo del psicoanalista.

El trabajo del paciente: consiste en hablar lo más libremente posible. Es lo que llamamos asociación libre. Generalmente, en una conversación habitual entre amigos o conocidos, vamos censurando ideas que nos vienen a la cabeza, las dejamos de lado porque nos desviarían del hilo de la conversación o por otros motivos. Sin embargo, en una sesión de psicoanálisis, se trata de decir todo lo que surja en nuestro pensamiento.Como si el paciente fuera un observador imparcial que según van apareciendo las ideas, las va traduciendo en palabras, sin juzgarlas, sin acallarlas porque le dé vergüenza, pudor, porque piense que la idea surgida es una tontería, etc. Todas esas frases son frases de la censura para no decir algo que es importante. Tenemos que saber que enfermamos por un conflicto que hemos querido olvidar, que hemos reprimido, al querer sacarlo a la luz con el tratamiento, surgen resistencias, pero ningún enemigo puede ser vencido en ausencia, por eso es muy importante cumplir esta regla analítica y no ocultar aquello que surja en nuestra mente durante la sesión.

El trabajo del analista: El analista tiene que escuchar. Nadie escucha a nadie hoy día. Y si no escucho, no sé con quién hablo, a quién me dirijo. A diferencia de la psicología o la psiquiatría, que según la descripción de unos síntomas hacen un diagnóstico y en base a ese diagnóstico aplican un tratamiento estándar, el psicoanálisis no actúa así.

Cada tratamiento es singular, el psicoanálisis de un paciente con depresión no se parece en nada al de otro que aparentemente tiene el mismo diagnóstico. Marañón ya decía: No hay enfermedades, sino enfermos. Cada paciente vive su enfermedad de una manera peculiar y exclusiva. Por eso no sirven los moldes. Cada paciente es único. Primero el psicoanalista tiene que saber quién habla, quién es ese paciente, cuáles son sus miedos, lo que le pone contento y lo que le entristece, cuáles sus relaciones fundamentales, a quién escucha, cómo piensa la realidad. Y para ello tiene que hablar y ser escuchado.

  • ¿Por qué las sesiones son “tan cortas”? 
    Las personas que preguntan esto, suelen comparar con otras terapias que duran una hora o tres cuartos de hora. Hemos comprobado que con media hora los temas importantes se concentran, se le saca mucho más jugo a la sesión y no se pierde el tiempo en divagaciones. Aunque el paciente parezca que habla de muchos temas en una misma sesión, en realidad plantea un problema principal, pero se acerca a él desde muchas esferas, con anécdotas de su vida pasada y presente, con sueños, con olvidos, con lapsus donde confunde una palabra con otra, todo eso es “leído” y traducido por el psicoanalista, y se encuentra la preocupación principal de la sesión. Si el psicoanalista ha compartido esta lectura con el paciente, esta interpretación y luego se sigue hablando de otros temas, el tema principal se diluye, se pierde. Por eso esta duración. Hemos comprobado, tras años de trabajo con pacientes, que es la óptima.

Otras personas que preguntan por la “brevedad” de la sesión, olvidan que se trata de un proceso, son personas que están muy apresurados en ver resultados, quieren verlos sesión a sesión. Esto a veces pasa, algo hace click en una sesión y se recolocan muchas cosas, pero para que se dé eso, hay que hacer algunas sesiones en las que parece que no pasa nada, pero no nos dejemos engañar, todo avanza, el psicoanalista escucha, toma nota, va sacando conclusiones parciales y luego interpreta al paciente. El trabajo analítico avanza. Se trata de una suma de sesiones, no se deben evaluar los progresos sesión a sesión. Es un proceso.

  • ¿Por qué mi psicoanalista “no me habla” o me habla “tan poco”? 
    Es una frase frecuente de los pacientes al principio del tratamiento: “Sólo hablo yo, mi psicoanalista no me dice nada. O me dice una frase y luego nada más”. El psicoanalista está escuchando para luego decirte una frase. La escucha es muy activa. Las intervenciones del psicoanalista son breves y precisas, como incisiones quirúrgicas. Es una “cirugía psíquica”. No se puede llenar al paciente de cicatrices, cada frase es como un corte. Decimos que el psicoanalista habla poco porque lo comparamos con una conversación cotidiana, donde cada uno cuenta lo suyo, y es muy difícil que escuche al otro. Una sesión no es una conversación cotidiana, es una conversación muy especial, donde la vida del psicoanalista, sus anhelos y deseos no cuentan, sólo cuenta el paciente, su vida, sus anhelos y deseos, así que no se trata de que el psicoanalista hable, sino de que hable el paciente, el psicoanalista escuche e intervenga sólo cuando sea necesario. Una suma de intervenciones construirá otra historia. Es lo que llamamos construcciones. Una construcción es una secuencia de interpretaciones.
  • ¿No me manda tareas para casa?
    El trabajo en psicoanálisis se hace en las sesiones. En las sesiones se va escribiendo una historia diferente a la que el paciente traía, porque la mayoría de las veces él trae una historia dónde siente que tiene mala suerte, o que los demás son mala gente, que siempre le han tratado mal, vamos, que todo está fuera de él y entonces el psicoanálisis le dice: Si usted quiere cambiar su vida, porque ésta no le gusta, porque no es feliz, porque no le va bien, porque está enfermo de esto o de aquello, el primer paso es darse cuenta de que esa que tenemos es la vida que hicimos, que nuestro deseo estuvo implicado en la producción de esa vida, ese es el primer paso para construir una nueva personalidad y con ella una nueva vida.

Las tareas en psicoanálisis se hacen en la sesión: acudir a las sesiones, asociar libremente, no censurar lo que se le ocurra a uno. No hay deberes para casa. Cuando se llega a una conclusión (que siempre son parciales, son para seguir trabajando, no para quedarse con ellas) el paciente decide si quiere o no seguir ese nuevo camino vital que se ha abierto. Por ejemplo: en las sesiones se ve que las situaciones en las que me involucro tienen que ver con que no soy capaz de decir que no. Me doy cuenta de que tengo miedo a perder el amor de los otros si lo hago. Entonces voy siendo arrastrado por los compromisos a los que me lleva esa imposibilidad, yo decido si quiero cambiar eso, si tengo que empezar a elegir a qué digo si o no, y además, me daré cuenta sorprendido de que la gente no deja de quererme por ello.

  • ¿Y usted está seguro de que yo “me voy a curar sólo hablando”? Si esto ya se lo he contado a un montón de amigos y a mi familia.
    Esta es una pregunta que le hacían mucho al Dr. Freud. El psicoanálisis se llamó la cura por la palabra (‘talking cure’). Pero no se trata sólo de la palabra, se trata fundamentalmente de la escucha del psicoanalista. Como yo sé que me están escuchando, que no me van a juzgar, que no me van a decir lo que tengo que hacer llenándome de consejos prefabricados, sino que me escucharán y me ayudaran a pensar lo que es más conveniente para mí, pero las decisiones sobre mi vida no se las puedo delegar a nadie. He de tomarlas yo. Que puedo decir cualquier cosa, que no se asustarán, entonces hablo con libertad. Y hablar con libertad es el primer paso para hacer en libertad. Además de la palabra y la escucha, está la relación transferencial, es decir la relación que se establece entre el paciente y su analista. El paciente no puede dejar de repetir maneras de relacionarse, eso le da al analista muchísimos datos importantes sobre el paciente. Además, el establecimiento de una relación de confianza hará que el paciente vaya valorando las frases producidas con su ayuda en su psicoanálisis más que algunas otras frases familiares provenientes de la madre, padre, hermanos, etc. que nos hacen estancarnos: Del “eres un inútil, nunca llegarás a nada” de nuestra madre, pasamos al: “Soy un ser humano inteligente, con capacidad de trabajo, puedo forjar mi destino si pongo en ello mi deseo y me dejo ayudar por otros.”
  • ¿Cuántas sesiones necesito?
    Empiece usted a caminar y sabremos cuál es su paso, su paso depende de su facilidad para hablar, de si censura mucho lo que dice o no, de si la enfermedad le procura alguna ventaja, como librarle de determinadas ocupaciones desagradables que no quiere enfrentar, por eso a veces se refugia uno en la enfermedad para huir de responsabilidades. Es un mito que el psicoanálisis es largo, se suele notar alguna mejoría desde las primeras sesiones. Cuente usted los años que lleva con el síntoma, el análisis será mucho más corto, cuente los años que le quedan por vivir y lo maravilloso que será poder vivirlos sin miedos, sin fobias, sin inhibiciones, sin depresión, sin ansiedad… Le resultará muy corto. En tratamientos de seis meses-1 año ya se logran mejorías considerables y en un alto porcentaje curaciones. Si bien es importante recordar que el psicoanálisis es mucho más que un instrumento terapéutico: me puede ayudar a pensar la vida, a crecer, a crear, al desarrollo personal, social y laboral. No hace falta estar enfermo para psicoanalizarse.
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