El síndrome premenstrual afecta a un número importante de mujeres en edad fértil. Desde los casos menos severos a los más graves, este trastorno puede llegar a afectar a un 25-35% de la población femenina en esta franja etaria.
Se trata de una maraña de síntomas, todos ellos cíclicos, que empiezan los días antes de la menstruación (incluso diez días) y suelen ceder a los dos o tres días de finalizada.
Calculado en años, pueden resultar 8 años de vida de una mujer laboralmente activa sintiéndose enferma, incluso requiriendo bajas laborales. Vómitos, nauseas, vértigos, cefalea, ganancia de peso, tensión o dolor mamario, tendencia al llanto, irascibilidad, depresión franca (es lo que se denomina trastorno disfórico premenstrual), ansiedad manifiesta, sensación de estar desbordada, de no poder con la vida, dolores osteomusculares, desarreglos intestinales como diarrea o hinchazón abdominal, acné, etc.
Un dato que reseñan los ginecólogos es que es más frecuente en mujeres que han parido. Se nos ha dicho siempre que muchas de las dolencias menstruales desaparecían tras el primer parto. Eso quizás era antes, épocas de menos agresión a la parturienta, no se usaban antibióticos de manera sistemática en el parto, había un menor número de cesáreas. Ahora que cuesta tanto embarazarse, que un alto porcentaje de los embarazos son tardíos y asistidos. Se hacen más cesáreas que antes y se medicaliza más algo que es fisiológico: parir. El útero sufre y algunas infecciones del periparto se cronifican. Los prejuicios sociales no ayudan mucho, en algunas culturas, las mujeres menstruantes son tabú (entre sagradas y prohibidas, atrayentes de grandes males,especialmente para el hombre), por lo que en “esos días” se las aísla de ellos. Pero ¿y en las culturas occidentales?: “No hagas mayonesa cuando tengas la regla, que se corta la mayonesa”, “No te bañes cuando tengas la regla, que se corta… la regla” ¿No les parece que hay demasiado corte jugando por ahí?, como si imaginariamente a ella algo le hubieran cortado, y por eso sangrara. También en las sociedades occidentales, la mayoría de los hombres rechaza mantener relaciones durante la menstruación, de alguna manera, una mujer menstruante sigue siendo “tabú”.
A partir de cierta edad algunas mujeres viven cada menstruación como otro mes más sin embarazo, con la consiguiente depresión. Como si la mujer tuviera que ser exclusivamente sujeto de la especie y su función principal fuera la reproducción. “Ya eres mujer”, te dicen cuando la regla llega ¿con nueve años y jugando con muñecas? ¿la feminidad la da un trapo manchado de sangre? Luego dicen que la mujer tiene problemáticas en torno a su feminidad. La religión cristiana no nos dijo menstruarás con dolor, pero sí parirás con dolor, que es parecido. Y algunas madres repetían sin cesar: las mujeres hemos venido al mundo a sufrir. Ya somos muchas que no “compramos” esa película. Hay otras maneras menos sufrientes de ser mujer. Y también está la cuestión de los prejuicios médicos: “la regla tiene que doler”. Y entonces cuando una mujer pide ayuda, algunos profesionales le dirán que es normal, que la regla tiene que doler ¿y por qué entonces hay tantas mujeres a las que NO les duele?

La teoría hormonal
Más allá de todas estas consideraciones psíquicas y sociales, y otras que se podrían hacer, desde el punto de vista estrictamente médico, la teoría clásica acerca del Síndrome premenstrual, un enfoque integrativo origen hormonal de este padecimiento, parece disminuir su fuerza o al menos relativizarse: no basta con esta explicación de desequilibrios progestágeno/estrogénicos afavor de los estrógenos ya que los niveles de hormonas sexuales que normalmente medimos son similares en muchas de las mujeres con síndrome premenstrual que en las que no lo tienen. Sin embargo, es interesante reseñar que estas pacientes tienen casi todas síntomas digestivos, y las que nosotros hemos podido estudiar en CMI, también tienen disbiosis (detectada por
biorresonancia Medtronic) la producción en intestino por los Clostridium de betaglucuronidasas libera estrógenos a nivel intestinal, que son reabsorbidos, produciendo un hiperestrogenismo. El tratamiento de la disbiosis es fundamental en el abordaje de estas pacientes.
También hay que reseñar la importancia de ciertos tóxicos medioambientales que tienen acción hormonal, los llamados, en un calco del inglés, disruptores endocrinos. Algunos de ellos con marcado efecto estrogénico, como por ejemplo, el famoso Bisfenol A, que recubre las latas de conservas que comemos de manera habitual.

La teoría inflamatoria
Está empezando a cobrar importancia la teoría inflamatoria, en la que cierto grado de cervicitis o de endometritis, serían responsables de la liberación de mediadores de la inflamación tipo prostaglandinas, que actuarían como neurotransmisores coadyuvando a la irascibilidad, la ansiedad o la tristeza, así como favoreciendo otros síntomas, como la retención hídrica o los dolores articulares, etc.
Se ha objetivado también en estas pacientes un déficit de Serotonina. Y esto no es casualidad, un 90% de la serotonina se sintetiza en el intestino y no en el cerebro, como se suele pensar. Como hemos mencionado, un gran porcentaje de estas mujeres tienen disbiosis intestinal, déficit de probióticos, sobrecrecimiento bacteriano y fúngico, asociado a permeabilidad, y ¡qué casualidad!, algunos de los gérmenes que se encuentran en cérvix y endometrio provocando esa cervicitis o endometritis crónica en mujeres con este padecimiento son gérmenes intestinales anaerobios o Gram
negativos, además de los de transmisión sexual, como el Ureaplasma urealiticum o
la Clamydia Trachomatis. Por eso ahora se postula la teoría inflamatoria como causa de este síndrome. Estaríamos ante una endometritis o una cervicitis crónica.
La extirpación del útero ha mejorado clásicamente el cuadro clínico. Pero ¿con qué otro órgano del cuerpo se realiza una extirpación cuando hay una infección tratable?
Quizás es porque es un órgano femenino que se tiende a la cirugía, todos sabemos del sesgo de género en Medicina y sino pregunten en el observatorio de la OMS para estas
cuestiones. El Dr. Lolas, ginecólogo chileno, apuesta por esta teoría inflamatoria y postula
los antibióticos o la crioterapia como opciones para su tratamiento.
Lo cierto es que nosotros, en CMI, hemos obtenido mejorías ostensibles en casos severos de este síndrome con dieta antiinflamatoria, corrigiendo la disbiosis intestinal,
detoxificando, con nutriterapia con altas dosis de vitamina C para reducir la inflamación,
soporte de psicoterapia, puesto que los síntomas psíquicos son predominantes en estos cuadros, y con ozonoterapia, para tratar la infección y la inflamación uterinas y para modular los neurotransmisores, con esta fórmula nos ahorramos los antibióticos que otros autores que sustentan la teoría infecciosa/inflamatoria utilizan y que tienen, a las dosis que se administran, efectos secundarios no despreciables. Así reducimos mucho los efectos secundarios de los tratamientos. Estas pacientes tienen casi todas síntomas
digestivos y también disbiosis.

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